Amós 7,12-15; Efesios 1,3-14; Marcos 6,7-13
HABLA LA PALABRA: Una Iglesia más valiente, más pobre, y más libre
Hoy la liturgia de la Palabra nos habla de la Iglesia, y de cómo no vive para si misma, sino para los hombres y mujeres de cada tiempo y lugar.
- Como ha dicho en varias ocasiones el Papa Francisco, la Iglesia es como la luna, no brilla por si misma, no tiene luz propia. La única luz que puede reflejar es la de Cristo, que es su sol, su único sol.
- La Iglesia, nos dice el Papa Francisco, debe ser en este mundo una isla de misericordia, ese lugar que hemos soñado con el salmo 84, donde “la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”.
- La Iglesia debe ser valiente, como lo era el Profeta Amos. Lo normal es que, a los cristianos, como a Amos, nos persigan por anunciar el Reino de Dios. Todos los días muchos cristianos molestan a los pequeños y grandes poderosos de este mundo, y pagan por ello. Sino pasamos por esta prueba, por la prueba de los profetas como Amos, no somos iglesia.
- A la Iglesia solo pertenecemos, consciente y plenamente, si nos reconocemos, como nos dice el Himno Cristológico de la Carta de San Pablo a los Efesios, elegidos y destinados en la persona de Cristo, herederos de un tesoro inigualable, el de su gracia, sabiduría y prudencia, un tesoro que ha sido un derroche para con nosotros. Por eso, el único derroche que tiene sentido para un cristiano es el derroche de la gratitud, a Dios, y de la gratuidad, para con los hombres.
- Y la Iglesia sólo es Iglesia si es pobre y para los pobres. Y, por tanto, como nos enseña el relato del Envío a los apóstoles que hemos escuchado en el Evangelio de Marcos:
- Si tiene como único tesoro la presencia de Jesús en medio de los cristianos, por eso los envía “de dos en dos”, porque “donde dos o tres estén unidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”.
- Si no hace componendas con el mal, y, por tanto, si al ser rechazada por anunciar la dignidad del hombre como hijo de Dios, no le duele en prendas “sacudirse las sandalias de los zapatos”.
- Es más, si esta dispuesta a “expulsar demonios”, es decir, a llamar al maligno por su nombre, disfrazado en los enemigos de Dios, que no son los incautos blasfemos, o los quejosos o los rebotados de la Iglesia, sino los de guante blanco, los que tientan a la Iglesia con el veneno del poder, del tener, o del aparentar.
- Y, en definitiva, si esta dispuesta la Iglesia a vivir no para si misma sino para la evangelización, en la sencillez y en la pobreza: “ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja”, ni “una túnica de repuesto”. Sólo el bastón y las sandalias, es decir, lo necesario, como en el peregrino, para poder hacer el camino.
HABLA EL CORAZÓN: Los mitos sobre la riqueza de la Iglesia
Permitidme, queridos hermanos, que aproveche también esta llamada a la pobreza de la Iglesia para poner un poco las cosas en su sitio, porque hay mucho mito suelto sobre la riqueza de la Iglesia:
- Es un tópico por ejemplo hablar de la riqueza del Vaticano, cuando en el minúsculo Estado que sirve para proteger la libertad del Papa ante las potencias del mundo, sus únicos tesoros son su Basílica renacentista y su museo, fruto de regalos recibidos desde hace dos mil años, por el que miles de peregrinos y turistas costean los gastos del único Estado del mundo en el que la mayor parte de su presupuesto va destinado a la solidaridad con los más pobres de la tierra.
- También es un tópico hablar del derroche de los viajes del Papa. Pocos saben que su pasaje lo costean los medios de comunicación que le acompañan en el vuelo.
HABLA LA VIDA: El maletín negro del Papa
También es verdad que también hay mucho por hacer para que la Iglesia (y la Iglesia somos todos, en un 99% las familias católicas), sea más pobre, más sencilla, y más humilde.
- Y en esas está el Papa. Cuando Francisco hizo su primer viaje se creó una gran expectativa a propósito del maletín negro que llevaba. Se corrió la voz de que llevaba consigo documentos secretos del Vaticano que no se atrevía a dejarlos en casa. Al final alguien se atrevió a preguntarle y el Papa le enseñó su contenido: el breviario para rezar, unas camisas, y su afeitadora: “Ni una túnica de repuesto”.
- Sigamos su ejemplo y hagamos entre todos una Iglesia más valiente, más pobre, y más libre.
Manuel Mª Bru, delegado Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid