VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: DE PRIMEROS Y ÚLTIMOS

Isaías 66, 18-21; Hebreos 12,5-7.11-13; Lucas 13, 22-30

HABLA LA PALABRA: Rompe nuestros esquemas

Seguro que si decidimos quienes son y quienes no son dignos, nos equivocamos: primero porque todos somos dignos pues nuestra dignidad, la de todo ser humano, nos viene por ser hijos de Dios. La dignidad no se compra, ni se vende, ni se alquila. Segundo, porque sólo Dios nos dignifica y él siempre rompe todos los esquemas:

  • Rompe los esquemas del pueblo de Israel a través de los profetas, como Isaías, que escandaliza al pueblo elegido al anunciarle que el Señor al final de los tiempos reunirá a todas las naciones, a todos los pueblos, empezando por los paganos, que serán los primeros en anunciar su gloria.
  • Rompe los esquemas de la comunidad cristiana a través de la Carta a los Hebreos, al pedirnos que seamos humildes cuando nos corrige y que, lejos de rechazar la debilidad, fortalecemos las manos débiles, robustecemos las rodillas vacilantes, y caminemos por una senda llana.
  • Y rompe los esquemas, sobre todo, a través de Jesús, su Palabra Eterna, de todos aquellos que están seguros de ser buenos cristianos, o, de ser buenas personas, y de que van a merecer el premio eterno.
  • Al final, de hecho, estamos destinados, seguro, a sorprendernos. Porque lo único que sabemos del juicio final es que “muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros”. Vamos, que en esto los criterios de Dios son los contrarios a los criterios del mundo.
  • El Papa Francisco ya nos recuerda siempre donde está el criterio de Dios: en las Bienaventuranzas y en Mateo 25 (tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber…).

HABLA EL CORAZÓN: Quien es quien a los ojos de Dios

Entonces, ¿quienes son los primeros que serán últimos y quienes los últimos que serán primeros? La descripción personal y social puede variar por el lugar y por tiempo, pero en lo esencial, es imperturbable:

  • ¿Primeros que serán últimos?
  • Los autosuficientes, poseídos de su ego. Si han confiado toda su vida sólo en sí mismos, no esperan nada de Dios… Cuidado: ninguno de nosotros esta libre de este virus que define nuestra cultura y lo propone como un principio humanista.
  • Los prepotentes: poseídos por el afán de poder ¿Acaso querrán que el Dios todopoderoso haga sombra a sus ámbitos de poder y de dominio? Cuidado: hasta el más miserable puede ser un prepotente para quien considera más miserables que él.
  • Los ricos: poseídos por el afán de tener (la riqueza, como la droga, crea siempre adición y esclaviza) ¿A quien adorarán cuando la cuando se desplome su “becerro de oro”? Cuidado, que como decían los Padres de la Iglesia, lo que yo tengo y no necesito se lo he robado a quien no lo tiene y si lo necesita.
  • ¿Últimos que serán primeros?
  • Los humildes y sencillos: esos que los autosuficientes llaman incautos, ingenuos, perdedores, para unos una carga y una rémora, para otros, esos a los que engañar o de los que aprovecharse…
  • Los misericordiosos: esos que para los prepotentes son los “demasiado buenos”, o “de bueno tontos”, que pierden el tiempo preocupándose y ocupándose de los demás, sobre todo de los pobres; o cobardes que perdonan y no se defienden como deberían.
  • Los pobres y los excluidos: esos que para los ricos son los que estorban, los que no deberían estar, al menos, no aquí. No los distinguen por lo que no son o por lo que no tienen, sino por que no cuentan. O bien porque son “perdedores”, o porque se lo han buscado, o -si son emigrantes- porque no debían haber venido.

HABLA LA VIDA: El último de la lista

El día en que fue elegido por la tarde el Papa Francisco, un diario español publicó por la mañana un artículo que aseguraba que podría salir elegido cualquier cardenal menos el Cardenal Bergoglio, al que consideraba débil, rojo y populista. Pero ocurrió que a veces la Providencia de Dios deja que algún último incorruptible sea primero ya en este mundo, para ser consuelo de los que, aun últimos, un día serán primeros.

Conclusión: En el juego de la vida todo nos lo jugamos a una sola carta. Es la que está marcada con la palabra “fe”. La pregunta a cada uno de nosotros, está servida: ¿nos importa pasar por últimos para este mundo si somos primeros para Dios?