La crisis del coronavirus no ha hecho perder la calma al pueblo africano

MANOS UNIDAS 21/05/2020.- La crisis sanitaria producida por el coronavirus en gran parte del mundo, parece que, por el momento, no ha llegado al continente africano –que celebra su día el próximo 25 de mayo– con la fuerza e intensidad que se vaticinó en los primeros días de la pandemia. De lo que no se ha librado el continente con el mayor número de países empobrecidos del mundo, es del impacto de la crisis económica y social derivada de las medidas de confinamiento puestas en marcha por la mayor parte los Estados africanos.

Las tempranas medidas de confinamiento y de prevención, la juventud de la población y el menor tránsito internacional entre países africanos y otros países más afectados por la pandemia, han sido y son, en opinión de los expertos, el motivo por el que la pandemia no se ha extendido por el continente con la misma virulencia que en otros lugares del mundo.

«África, ese continente al que suele tratarse como un todo, pero que está formado por un conjunto de países, de tribus, de culturas y de lenguas muy distintas, debería ser hoy un ejemplo para el resto del mundo», asegura Victoria Braquehais, misionera con la que trabaja Manos Unidas en Camerún. «El enfoque de África ha sido diferente porque, sabiendo que disponemos de menos recursos, se han puesto en marcha medidas preventivas muy rápidamente, lo que ha frenado la expansión y ha prevenido muchas muertes», continúa la religiosa mallorquina.

Y aunque las medidas de confinamiento y de distancia social quizá han servido para frenar el contagio de la enfermedad, han supuesto un desastre para millones de familias africanas, a las que se ha imposibilitado el salir a ganarse el sustento diario. Así lo explica desde Angola Virginia Alfaro, malagueña de nacimiento y ciudadana del mundo por vocación, que desarrolla su misión en Angola con apoyo, entre otras organizaciones, de Manos Unidas: «En Angola, dos de cada tres personas viven del mercado y de las actividades informales. Llevamos dos meses de estado de alarma con muchas restricciones. Las primeras semanas fueron más duras y eso ha tenido un impacto terrible en la economía. La gente aún no se ha podido recuperar, a pesar de que ahora hay unos días y unas horas estipuladas para poder hacer algún tipo de actividad; pero el daño ha sido muy grande».

«La realidad ha cambiado de forma tan brusca que es difícil trabajar ahora en otra cosa que no sea asistencia, porque la necesidad es imperiosa. Este virus nos ha dado un bofetón y nos ha colocado en una situación de la que nos va a costar mucho tiempo recuperarnos…», lamenta Alfaro.

Resiliencia y solidaridad del pueblo africano

De la misma opinión es el padre José María Sabé, salesiano afincado en Yaundé (Camerún) desde hace 16 años, que afirma que la enfermedad ha traído consigo una gran crisis económica «que está haciendo mucho daño y nos ha obligado a pedir ayuda a organizaciones como Manos Unidas, con la que trabajamos desde siempre», pero que ha hecho más patente la característica solidaridad del pueblo africano: «En África –asegura el salesiano español– hay una tradición muy fuerte de solidaridad. La cultura se vive como una fraternidad. Los pueblos y las regiones son como una familia, porque en la cultura generalizada de África hay una dimensión casi obligada de la solidaridad y eso también se está viviendo ahora con el coronavirus».

A esa solidaridad con el que menos tiene se refiere, también, Virginia Alfaro: «Entre los africanos siempre existe una gran solidaridad, aun entre los que no tienen nada… Si hay una sopa, se comparte con el que se tiene al lado que, a lo mejor, tiene todavía menos», explica.

La resiliencia y la resistencia del pueblo africano y, sobre todo, de sus mujeres, es otra de las características de un continente que es constantemente golpeado por conflictos, epidemias y fenómenos meteorológicos y empobrecido por injustas leyes y políticas de mercado internacionales. «Esta capacidad de resiliencia, de resistencia, es un ejemplo que nos dan contantemente», asegura Virginia Alfaro. «No se ha perdido la calma, no hay desesperación, hay solo una mayor capacidad de luchar contra la adversidad, de inventar cosas nuevas para salir de esta situación», afirma la misionera española.

Acompañar y apoyar a África en esta crisis es, para Alfaro, «cuestión de justicia; de justicia social. Esto no es solo caridad o solidaridad, es justicia para aquellos que no tienen una red de protección como puede haber en España o en otros países europeos o de América».

La respuesta de Manos Unidas

Desde el comienzo de la crisis, Manos Unidas ha aprobado 22 proyectos de emergencia –por importe de 625.000 euros– para hacer frente a necesidades sanitarias, alimentarias, de higiene y de prevención, que han beneficiado de manera directa a cerca de 450.000 personas en países como Etiopía, Kenia, Madagascar, Malawi, Mozambique, Zimbabue, Camerún, República Democrática del Congo, Burkina Faso, Sierra Leona, Marruecos o Mauritania.

«Además, fieles a los fines de Manos Unidas, seguimos, por supuesto, apoyando otro tipo de proyectos que responden a las necesidades que nos han hecho llegar las comunidades con las que trabajamos; aunque, evidentemente, estamos priorizando las iniciativas tendentes a favorecer el acceso a la alimentación y al agua y los proyectos de índole sanitaria», asegura Mabel Ibáñez, coordinadora de los proyectos en África de la ONG.

África es el continente al que Manos Unidas dedica gran parte de sus esfuerzos. «Nuestra labor allí la llevamos a cabo junto a misioneros de diferentes congregaciones y socios locales –religiosos o laicos– que conocen las necesidades y las comunidades como nadie, porque viven con ellos y entre ellos», explica Ibáñez. «En esta crisis nos están dando un ejemplo de entereza y de energía para sobreponerse a esta nueva dificultad, que nos ratifica en la idea de que África es el continente del futuro», afirma.