VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A): COHERENCIA

Ezequiel 18, 25-28; Filipenses 2,1-11; Mateo 21, 28-32

HABLA LA PALABRA: Conversión, oración, humildad, y coherencia

La Palabra de Dios nos muestra cuatro condiciones de la fidelidad al amor de Dios para con nosotros: la conversión, la oración, la humildad, y la coherencia:

  • La conversión: El profeta Ezequiel deja bien claro que no hay conversión sin fidelidad, en primer lugar, a la justicia: “cuando el malvado el malvado se convierte la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, el mismo salva la vida”.
  • La oración: El salmo 24 invita a la única oración que expresa la conversión y lleva a la fidelidad: “enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad”.
  • La humildad: Pablo en su Carta a los Filipenses nos urge a dejarnos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás, como camino indispensable para la comunión (“un mismo amor y un mismo sentir”), y a ejemplo de Cristo, que “a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojo de su rango, y tomo la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
  • La Coherencia: Y Jesús en el Evangelio nos pone ante la evidencia: si nos hemos convertido y como el trabajador de la viña le decimos “voy Señor” es para luego ir de verdad. Por eso no nos precederán en el Reino de los Cielos los “cumplidores oficiales”, sino lo que, habiéndose convertido, desde la humildad y la súplica, han dicho un sí a Dios con su vida.

HABLA EL CORAZÓN: La llamada a la coherencia

Hablemos de la coherencia:

  • Sacerdote que abusan de niños, políticos cristianos que quieren por decreto las cruces cristianas en las escuelas y luego niegan la ayuda en el mar a los migrantes y posibles solicitantes de asilo dejándolos morir; obispos que viajan en primera clase en los aviones mientras sus fieles sufren el hambre; cristianos con cara de vinagre que juzgan a sus hermanos con la rigidez de los preceptos y no abren el corazón al dolor de los demás. Y dice Waldir Ramos que la secuencia puede continuar sí cada uno hacemos un pequeño examen de conciencia.
  • A pesar de que la falta de coherencia entre lo que dice la Iglesia, incluidos los fieles de a pie, en su comunicación y lo que hace es una de esas cosas que ha llevado a que la gente se vuelva escéptica. Aún hoy en día pareciera que muchos cristianos no fueran conscientes de esto, ni del daño que hacen.
  • “La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”, decía Benedicto XVI, frase que también ha hecho suya el Papa Francisco. ¿Pero que atracción puede haber si falta la coherencia del amor en los actos?
  • La coherencia es una actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan. Se trata de un tesoro poco común, escaso. Es por ello, que el papa Francisco insta continuamente a cardenales, obispos, sacerdotes y laicos a ser protagonistas del bien. Porque no es suficiente con no hacer daño a nadie. También seremos juzgados por el bien que no hagamos y el ejemplo que no demos a los más pequeños. 

HABLA LA VIDA: La coherencia política de Giorgio La Pira

Giorgio La Pira (1904-1977) fue profesor universitario, diputado, alcalde de Florencia en los años cincuenta y sesenta, pero sobre todo un cristiano de coherencia inaudita. Para La Pira ser cristiano no era un accesorio, sino el centro de gravedad de toda su vida. Decía: “Mi vocación es una sola, diría estructural: con todas las deficiencias e indignidades que se quiera yo soy, por gracia del Señor, un testigo del Evangelio: mi vocación, la única, ¡es solo ésta! Bajo esta luz debe considerarse mi extraña actividad política”. Su opción preferencial como alcalde de Florencia fueron siempre los pobres. Y explicaba esta opción de modo muy concreto: “El Evangelio es claro: en la opción entre ricos y pobres; entre potentes y débiles, entre opresores y oprimidos; entre los despedidos y los que despiden; entre los que ríen y los que lloran; nuestra opción no vacila: estamos decididamente de parte de los segundos”. Y precisaba: “Es mi deber fundamental: si hay uno que sufre yo tengo un deber preciso: intervenir de todos los modos posibles con toda la sagacidad que sugiere el amor y que ofrece la ley, para que ese sufrimiento sea disminuido o calmado. ¡No hay otra norma de conducta para un alcalde en general y para un alcalde cristiano en especial!”.

Dice el Cardenal Stanislaw Rilko que Giorgio La Pira fue un cristiano coherente, un hombre que tomó en serio el Evangelio optando por vivirlo sine glossa, de modo radical y sin descender a compromisos. Llama profundamente la atención la sorprendente sintonía entre estas palabras de La Pira y lo que hoy nos dice el Papa Francisco a propósito de los pobres, es decir, que justamente en nuestra relación con ellos se juega nuestra credibilidad como cristianos.

Manuel María Bru Alonso. Delegado Episcopal de Catequesis (Madrid)