Como ha hecho en estas semanas de Pascua, el cardenal arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, invita una vez más a las familias a reunirse en torno a la Palabra de Dios y a plantearse cómo toca sus vidas para entregarse a los demás. En esta ocasión les pide que lean la parábola del sembrador (Mc 4, 2-20) para ser conscientes de que «tenéis la Vida del Señor»: «Tomad conciencia de que el Señor sembró en vuestra vida su Vida».

Les enseñaba muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: «Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Al hilo del texto, el purpurado explica a las familias que la semilla cae en «lugares diferentes», como «cuando cae al borde del camino, cuando somos terreno pedregoso, cuando cae entre abrojos o cuando cae en buena tierra…», y lanza varias preguntas: «¿Qué tengo que ser hoy para salir de esta pandemia? ¿Qué me pide el Señor para ser tierra buena en estos momentos que vive toda la humanidad? ¿Cómo me identifico con Jesús cada día más?».

Así, anima a los niños a pintar «un dibujo que exprese que sois tierra buena» y a los padres a que piensen en «cómo convertís vuestro hogar en tierra que dé frutos». «Jesús no puede ser una anécdota en vuestra vida», asevera.

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