El cardenal Carlos Osoro da las gracias «de corazón», en su carta semanal, a todos aquellos que estos días están testimoniando la solidaridad de la Resurrección: médicos, enfermeros, religiosos y sacerdotes entre otros, así como la red de Cáritas, «presente en todas las situaciones humanas». Todos ellos tienen «el atrevimiento de inclinarse ante la Verdad que tan bellamente se nos muestra en la Resurrección».

Una Verdad que, tal y como indica el purpurado, es para los cristianos un nombre y un rostro, Jesucristo, «que quiere saber de todos los hombres sin excepción y muy especialmente de aquellos que más necesitan». Y añade: «Sé que buscáis la felicidad, la alegría y el sentido. Por ello, os invito a todos a que os dejéis tocar la vida por Jesucristo».

El arzobispo de Madrid expresa un «no rotundo al cinismo y al relativismo», y también al egoísmo: «Salgamos de nosotros mismos y vivamos siempre para los otros, que no son ideas, sino vivas imágenes de Dios. Que la sed de verdad, bondad y belleza impresa en todos los hombres nos impulse a buscar juntos la justicia, la libertad y la paz».

Texto completo de la carta

He dado muchas vueltas a la invitación que el Papa Francisco nos hace en la Pascua: hemos de posibilitar la solidaridad de la Resurrección. Ahora que vemos tantos rostros marcados por el dolor de la enfermedad, ante la muerte de seres queridos a los que no podemos despedir como nos gustaría, en estos momentos en los que quizá sentimos impotencia, seguimos viendo gestos de entrega, solidaridad y cercanía, donde el olvido de uno mismo es manifiesto. Y son muy necesarios.

Al igual que Jesucristo, que dio la vida por todos sin excepción, así la solidaridad que deriva de la Resurrección busca hacer llegar a todos los hombres la misma vida de Jesucristo, que solo sabe de vida y no de muerte. Implica, nada más y nada menos, que tengamos la valentía de acoger al Amor, que a su vez impulsa de verdad a la inteligencia humana a abrir nuevos horizontes. Es un amor que no deja a nadie fuera, es un amor que atrae el corazón de todo ser humano, que lo dilata y lo colma de alegría porque sabe de dar y no de retener.

Hay que tener el atrevimiento de inclinarse ante la Verdad que tan bellamente se nos muestra en la Resurrección. Es la osadía que tantas personas cercanas tienen estos días. Me viene a la mente aquella hija que perdió a su madre y a la que, hasta días después, no avisaron de que tenían las cenizas por si quería ir a recogerlas. Se puso rápidamente en camino y me llamó para decirme: «Ya la tengo entre mis brazos. Cuando he cogido las cenizas de mi madre, he sentido en lo más profundo de mi ser una gran serenidad y algo me decía: “Estate tranquila, todo está bien”». Me vienen a la mente también los médicos, enfermeros, religiosos y sacerdotes que dan la vida, arriesgando todo, para que tengamos la salud. Me vienen a la mente aquellos que están disponibles para atender a los enfermos en los hospitales, aquellos que siguen pendientes de los fieles, aquellos que acompañan a las familias en situaciones muy diversas. Me viene a la mente nuestra red de Cáritas, presente en todas las situaciones humanas… Gracias de corazón a todos los que estáis trabajando sin cesar para que los demás perciban la solidaridad de la Resurrección.

Dejadme deciros sin ambigüedades que, cuando uno sitúa su vida ante Jesucristo, cae en la cuenta de cómo nos regala la plena familiaridad con la verdad y la vida –que tienen su máxima expresión y manifestación en la Resurrección– y nos invita constantemente a vivir en ellas. Cuando los seres humanos hemos sabido hacer esto, cuando hemos salido de nosotros mismos, cuando hemos fortalecido la solidaridad y hemos entregado esperanza en medio del sufrimiento, es cuando hemos sido más grandes. Necesitamos dejar de lado el egoísmo y responder a las necesidades de los hombres, como ya hicimos antes. ¿Serán Europa y España capaces de hacer esto mirando a todos?

La Verdad nos busca siempre; dejemos en estos momentos de perseguir intereses personales o de grupo. Ante la realidad de la vida humana que tenemos delante de nosotros, con sus problemas, tristezas y fracasos, tengamos presente que la Verdad es más fuerte que cualquier obstáculo. Pero hemos de ser valientes para vivir desde la Verdad: es Jesucristo, que quiere saber de todos los hombres sin excepción y muy especialmente de aquellos que más necesitan. La verdad de la revelación, la solidaridad de la Resurrección, no se sobrepone a la alcanzada por la razón, pero puedo aseguraros que la purifica y la exalta. Sé que buscáis la felicidad, la alegría y el sentido. Por ello, os invito a todos a que os dejéis tocar la vida por Jesucristo. La Verdad que es una Persona nos busca y nos guía siempre a la caridad, al amor a los demás.

La pandemia nos está llamando a vivir siendo siempre fieles a la verdad del hombre, pues es condición esencial para la libertad y mucho más en estos momentos. ¿No habéis notado que muy a menudo se reivindica la libertad sin hacer referencia a la verdad? ¿Qué objeto tiene la libertad cuando ignora la verdad? La verdad no es una imposición, ni un conjunto de reglas, es el descubrimiento de quien jamás nos traicionará, de quien me puedo fiar plenamente. La solidaridad de la Resurrección tiene un nombre y tiene una propuesta: somos hermanos, salgamos de nosotros mismos y vivamos siempre para los otros, que no son ideas, sino vivas imágenes de Dios. Que la sed de verdad, bondad y belleza impresa en todos los hombres nos impulse a buscar juntos la justicia, la libertad y la paz. Digamos un no rotundo al cinismo y al relativismo. Abracemos a la Verdad, la Bondad y la Belleza que para los cristianos tiene nombre y rostro: Jesucristo.

on gran afecto, os bendice,

+Carlos, Cardenal Osoro
Arzobispo de Madrid