En el Domingo de la Ascensión del Señor, escuchamos su mandato más acuciante: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio. Es un mandato que adquiere tonos especiales para la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

En las lecturas que hemos escuchado se nos explica como el Reino de Cristo, sentado a la derecha del Padre, tiene que ver con nosotros:

  • En los Hechos de los Apóstoles queda bien claro que el Reino de este mundo menguará ante el Reino de Dios, y que aunque no nos toque a nosotros saber el día y la hora en el que el cambio de un reino por otro sea completo, si que nos toca ser testigos del nuevo Reino, porque para ello hemos recibido la fuerza del Espíritu Santo.
  • Y en el relato de la Ascensión, los Hechos de los Apóstoles nos dejan una sentencia que ha acompañado siempre la conciencia del cristiano tentado de sustituir el compromiso cristiano (transformar el mundo según la ley del cielo) por la devoción (quedarse sin más mirando al cielo).
  • En el salmo 46 se nos muestra la fuerza del Reino de Cristo, que reina sobre todas las naciones.
  • Pero mucho más aún en la Carta de San Pablo a los Efesios, donde se nos dice que sentado a la derecha del Padre, quedan aplastados bajo sus pies todos los principados, potestades, y dominios de este mundo.
  • El Evangelio de Marcos nos revela cual es nuestra misión en la implantación de su Reino, la del anuncio de Cristo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. Una proclamación que va unida:
  • Al testimonio de la caridad (curar a los enfermos de toda dolencia)
  • Y la batalla con los poderes del maligno (echar demonios en su nombre). Si el Reino de Dios es reino de justicia, de amor y de paz, es obvio que estamos llamados a echar los demonios de la injusticia, el desamor, y la violencia.

Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Buen domingo el de la Ascensión para celebrar esta jornada. Existe una conexión íntima y profunda entre el mandato del Señor del Evangelio de este domingo y la idiosincrasia misma de la comunicación social:

  • Porque el origen último de la comunicación, de todo tipo de comunicación, es inseparable de la dimensión religiosa del hombre:
  • En el caso de la comunicación interpersonal porque la comunicación entre el hombre y Dios es para todas las culturas el anhelo y al mismo tiempo el cenit de toda comunicación de tu a tu.
  • En el caso de la comunicación de grupo, porque también en todas las culturas la más cuidada de las reuniones sociales ha sido siempre la reunión del culto, donde la comunidad alaba a Dios, agradece sus dones, e implora su protección, al tiempo que descubre como en el rito sagrado Dios mismo interviene, en nuestro caso a través de su Palabra Revelada y de los sacramentos, signos tangibles de su amor a los hombres.
  • En el caso de la comunicación social, porque también en todas las culturas, desde las señales de humo de la prehistoria a las redes sociales de hoy, el hombre ha tenido un mensaje que, por encima de cualquier otro tipo de mensaje, ha considerado apremiante anunciar a todos los hombres de todo lugar y tiempo (el destinatario indeterminado y universal es el propio de la comunicación social), que es su búsqueda de sentido de la vida, su búsqueda de verdad, bondad y belleza supremas, su búsqueda de Dios o su descubrimiento de Dios.
  • Por tanto, el “id por todo el mundo y predicad” de Jesús no es sólo patrimonio de la evangelización, sino que toca el corazón mismo del sentido de la comunicación social: compartir con cuantos más semejantes mejor la experiencia más sublime de su vida, su fe, su esperanza, su deseo de perdonar, de amar y de unir, porque ha descubierto que Dios perdona, ama y une.
  • Desde aquí podemos entender ese anhelo que tenía Benedicto XVI: que la Palabra de Dios pueda navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos”.

HOMILÍA PARA EL DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (2018)