La Palabra de Dios nos muestra las cuatro principales condiciones de la fidelidad al amor de Dios para con nosotros: la conversión, la oración, la humildad, y la coherencia:

  • La conversión: El profeta Ezequiel deja bien claro que no hay conversión sin fidelidad, en primer lugar, a la justicia: “cuando el malvado el malvado se convierte la maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, el mismo salva la vida”.
  • La oración: El salmo 24 invita a la única oración que expresa la conversión y lleva a la fidelidad: “enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad”.
  • La humildad: San Pablo en su Carta a los Filipenses nos urge a dejarnos guiar por la humildad y considerar siempre superiores a los demás, como camino indispensable para la comunión (“un mismo amor y un mismo sentir”), y a ejemplo de Cristo, que “a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojo de su rango, y tomo la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.
  • Coherencia: Y Jesús en el Evangelio nos pone ante la evidencia: si nos hemos convertido y como el trabajador de la viña le decimos “voy Señor” es para luego ir de verdad. Por eso no nos precederán en el Reino de los Cielos los “cumplidores oficiales”, sino lo que, habiéndose convertido, desde la humildad y la súplica, han dicho un sí a Dios con su vida.

La liturgia de la palabra del primer domingo de octubre, que nos habla de conversión, coincide con el estreno de una película interesante que lleva ese mismo nombre: 

Converso